¿Cualquier tiempo pasado fué mejor ó peor?. 

Decía el poeta (Jorge Manrique)…

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

como se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el placer;

como después de acordado

da dolor;

cómo a nuestro parecer

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.”

…y en ese verso se desliza la clave:nuestro parecer”.

La nostalgia nos hace aferrarnos a nuestros recuerdos, especialmente a los buenos, aunque también lo hacemos a los malos, anclándonos a ciertos momentos o situaciones.

La nostalgia es una tendencia que tiñe los recuerdos del pasado, sobre los que tenemos una absoluta certeza, mientras que el futuro incluye incertidumbre. Sin embargo y tal como afirmó Eduard Punset: “…no se puede ser pesimista, porque, cuando miras atrás (…) cualquier tiempo pasado fué peor«.

«Incluso en el peor sitio para nacer (hoy) hay mayor esperanza de vida que en el mejor sitio hace 200 años” (Bill Gates)

Y efectivamente, más allá de que nadie pueda garantizar un futuro seguro y cierto, lleno de prosperidad, muchos datos indican que, al contrario de lo que pueda parecer, nunca el mundo ha estado en mejor situación de que hoy. Bill Gates lo suele expresar con la afirmación de que: “Incluso en el peor sitio para nacer (hoy) hay mayor esperanza de vida que en el mejor sitio hace 200 años”.

Además, refugiarnos en el pasado nos hace perder el contacto con nuestra realidad en el aquí y el ahora, desconectándonos del presente que es el único lugar en el que podemos estar, desde el que podemos actuar y desde el que podemos construir el futuro por venir.

La añoranza sobre el pasado y lo sucedido en él, no nos permite disfrutar de lo que nos resta por vivir …hoy, ahora y mañana.

«No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca existió« (Joaquín Sabina)

Una de las dificultades que nos ofrece el presente sucede cuando afrontamos nuestro desempeño en él con planteamientos y estrategias de otras épocas. El mundo cambia permanente y lo único que persiste, siempre, es la necesidad de cambio. Imaginemos qué hubiera sucedido si nuestros tatarabuelos, en el siglo XIX, hubieran intentado dar respuestas a las circunstancias de la época con formas y visiones del medievo.

La Revolución Industrial implantó una determinada forma de trabajar, pero sus formas y maneras no ofrecen hoy soluciones a los problemas que se nos plantean en nuestra sociedad y el mundo productivo del siglo XXI.

La capacitación desde los conocimientos adquiridos en el ámbito educativo  (carreras universitarias, certificaciones, colegios técnicos, etc…) fué el valor esencial diferencial que se abrió paso tras la Revolución Industrial.

En la época industrial, la mayoría de la gente hacía trabajos manuales; solo una minoría iba a la universidad y descubrió que sus títulos académicos eran como el billete dorado de ‘Willy Wonka’ en el filme ‘Charly y la fábrica de chocolate’. En el presente, cuando hay tantas personas con título universitario, una carrera de cuatro años se parece más al papel brillante que envuelve las tabletas de chocolate” (Ken Robinson)

En los últimos años las grandes fluctuaciones económicas vinculadas a la encadenación de grandes crisis, han hecho desarrollar una mayor competitividad en todos los sectores productivos, con la irrupción de una gran automatización de procesos que han condenado a determinadas actividades, al tiempo que se desarrollaban otras, afectando a la fuerza laboral y reconfigurado nuestra realidad empresarial y de creación de valor.

Para esa realidad son necesarias unas competencias más allá de las vinculadas a la formación universitaria o técnica, cuyas soluciones son insuficientes para este momento y el recuerdo de las formas de hacer del pasado, por más que seamos expertos en ellas, no nos serán útiles y nos consumirán una gran carga de energía para gestionar las circunstancias del hoy.

Estas competencias necesarias para la nueva realidad se agrupan en lo que se denominan “habilidades blandas” (soft skills), frente a las clasificadas como “habilidades duras” (hard skills) compuestas por las hasta ahora utilizadas en el mundo de los negocios.

Nuestro actual sistema educativo agota sistemáticamente la creatividad de los niños. La mayoría de los estudiantes nunca llegan a explorar todas sus capacidades e intereses” (Ken Robinson)

Las principales “habilidades blandas” demandadas hoy por los reclutadores en las empresas son las siguientes:

  • Mentalidad de crecimiento
  • Creatividad
  • Dominio de enfoque
  • Innovación
  • Habilidades de comunicación
  • Narración (Storytelling)
  • Conciencia cultural
  • Pensamiento crítico
  • Líderazgo
  • Inteligencia emocional

Sólo podemos respirar ahora, sentir ahora y pensar ahora. No podemos actuar como lo hacíamos antes, la realidad es diferente, sin duda más compleja que nunca, pero también nunca antes la humanidad contó con más posibilidades y por ello tenemos que incorporar nuevas formas de hacer, en las que esas nuevas competencias son herramientas necesarias.

El educador, escritor y conferencista Ken Robinson aportó una interesante tesis vinculada a la formación y el aprendizaje, desarrollada en su libro “El elemento”, según la cual “Descubrir tu pasión lo cambia todo”, invitando a todas las personas a que identifiquen el punto de encuentro (Elemento) entre sus aptitudes naturales (capacidad, vocación…) y sus inclinaciones personales (actitud, oportunidad…), con lo que se conseguiría maximizar, a la vez, hacer lo que mejor sabes hacer y lo que más te gusta hacer, fortaleciendo el sentido de tu identidad y mejorando el bienestar, desde la máxima aportación de valor.

Lo mejor, siempre, está por llegar.

Un reconocido ‘pesimista’ como Ernesto Sábato, en su obra “El túnel”, dice que “…la frase ‘todo tiempo pasado fue mejor’ no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que -felizmente- la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo por ejemplo, me caracterizo por recordar, preferentemente, los hechos malos y, así, casi podría decir que ‘todo tiempo pasado fue peor’, si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado…”

Lo mejor, siempre, esta por llegar y es nuestra responsabilidad saberlo aprovechar creando el escenario preciso a base de competencias tan necesarias hoy como la creatividad, la innovación y la inteligencia emocional, donde las nuevas oportunidades encuentran el adecuado caldo de cultivo para que, cada uno de nosotros, encontremos “El elemento” propio y particular que concilie nuestra capacidad y vocación, en argot del profesor Robinson.

El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad” (Víctor Hugo)

Estas líneas no pretenden convencer a quien no piense que cualquier tiempo pasado fue peor, pero sí buscan poner de manifiesto que las soluciones para el tiempo del hoy tienen que ser absolutamente diferentes de las aplicadas en tiempos pasados y que las competencias para nuestro desempeño ahora exigen nuevas capacidades, con una adaptación máxima al entorno y a quienes nos rodean.

Este futuro que tenemos ante nosotros, desde hoy mismo, tiene un elemento con absoluta certeza y su nombre es oportunidad, apliquémonos en este tiempo la célebre cita de Víctor Hugo: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”.