Hace varios años, creo recordar que era 2006 y en el marco de unas jornadas de “management” (técnica de dirección y gestión de empresas), asistí a una conferencia que impartía Colin Powell, ex-Secretario de Estado de los EE.UU. (2001/2005) bajo la presidencia George W. Bush, después de haber ejercido una larga carrera militar. Un votante tradicional republicano, que no tuvo reparos en apoyar la candidatura del demócrata Barak Obama a la Casa Blanca.

La transmisión de conocimiento es una de las actividades más gozosas que el ser humano puede experimentar y la selección de la forma sobre cómo hacerlo tiene un efecto definitivo en el resultado de ello.

Sencillez en el mensajeLa presencia de Mr. Powell era al atractivo fundamental de aquellas jornadas, pero tanto yo, como todos los que allí estábamos, quedamos gratamente sorprendidos de su desempeño, y forma de actuar, siendo capaz de transmitir su mensaje con una gran sencillez. Su puesta en escena era totalmente casual, pero por la bonhomía y la normalidad con lo que lo hacía hubiera dado igual que hubiera ido vestido de smoking. Por supuesto repasó su actividad pública, y sus experiencias con los cuatro presidentes de USA bajo cuyas órdenes actuó (Ronald Reagan, George Bush padre, Bill Clinton y George W. Bush) pero lo hizo siempre desde la cotidianidad de las conversaciones compartidas con su esposa, poniendo el énfasis en que cualquier responsable o líder social, antes de nada es un ser humano y que como tal se enfrenta a sus dudas e incertidumbres. 

Desde el punto de vista político habrá opiniones, filias y fobias, desde el punto de vista personal destacó por su simpatía, pero como ponente nos cautivó a través de una gran herramienta: la sencillez y claridad a la hora de transmitir su mensaje.

Quizás las cosas más sencillas sean las que más cuesta ver. A veces, uno tarda en ver lo que tiene delante de las narices (Haruki Murakami)

Paquito Fernandez Ochoa con Gustav y Roland ThöniLa transmisión de conocimiento es una de las actividades más gozosas que el ser humano puede experimentar y la selección de la forma sobre cómo hacerlo tiene un efecto definitivo en el resultado de ello.

Se cuenta una curiosa anécdota sobre el gran esquiador italiano Gustav Thöni (3 veces medallista olímpico y 5 veces campeón de la Copa del Mundo) en la que, mientras cenaba en el hotel fundado por él, en el Passo del Stelvio, escuchaba a un entrenador describiendo con énfasis, minuciosidad y mucho detalle los movimientos precisos, y de gran complejidad, que debían sustentar, según él, la técnica del esquí, mientras su ‘audiencia’ asistía boquiabierta ante el derroche de sabiduría que demostraba el técnico respecto la forma correcta de esquiar. Thöni, el gran campeón italiano, esperó que finalizase la exposición del entrenador y se hizo presente en la conversación afirmando: “impresionante charla; si, cuando era chico, llego a saber que esquiar es tan complicado, ni lo intento”.

Impresionante charla; si, cuando era chico, llego a saber que esquiar es tan complicado, ni lo intento(Gustav Thöni)

Sencillez en el mensajeEse gran esquiador fue el gran favorito, en las previas, de la carrera en la que, el trece de febrero de 1972, ‘Paquito’ Fernández Ochoa se proclamó campeón olímpico de esquí, en la disciplina de “slalom”, postergando a Thöni, ese día, a la segunda posición, ocupando la tercera otro del mismo apellido, en este caso su primo Roland. Pero eso es ‘harina de otro costal’ e historia.

En la transmisión de una técnica determinada puede haber una diferencia notable entre enseñar, por ejemplo, un deporte a un adulto o un niño. Como profesor de esquí tengo la experiencia de que en los niños la práctica del ejemplo, junto con la naturalidad al realizarlo, es lo más eficaz, siendo capaces de copiar lo que ven sin excesivas explicaciones, mientras que, al contrario, para enseñar la técnica del esquí en adultos, primero se debe actuar desde la argumentación y el convencimiento, explicando lo que se debe hacer, por qué y, lo que es más importante, su aplicación en el para qué.

«La persona que se dirige oralmente a una audiencia ‘debe poseer la profundidad del filósofo, la sutileza del dialéctico, la memoria del jurisconsulto, la voz del trágico, la elocuencia del poeta y los ademanes del comediante” (Marco Tulio Cicerón)

Sencillez en el mensajeMarco Tulio Cicerón (106-43 a.C) afirma en una de sus más célebres citas que la persona que se dirige oralmente a una audiencia “debe poseer la profundidad del filósofo, la sutileza del dialéctico, la memoria del jurisconsulto, la voz del trágico, la elocuencia del poeta y los ademanes del comediante”, siempre, naturalmente, con medida y afabilidad.

Sirvan los ejemplos utilizados de experiencias tan dispares como las de Collin Powell y Gustavo Thöni, para extraer la enseñanza de que las grandes lecciones de vida, desde las cosas más pequeñas o básicas, a las rebosantes de sabiduría, radican en conceptos construidos desde la sencillez, especialmente a la hora de transmitir un determinado mensaje de manera eficaz.

 

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