«Quiero dedicarme a la política, creo que valgo para ello…recurro a tí para que me acompañes a diseñar los pasos que debo acometer, ¿crees que podrías ayudarme?«.
La frase anterior reproduce una conversación real, sucedida hace un tiempo, sobre la cual mi respuesta a mi interlocutor fué…¿no crees que el primer paso debería ser afiliarte a alguna opción política?.
Más allá del ejemplo anterior, es una realidad que el coaching político se ha ido abriendo paso, como necesidad, dentro del colectivo de políticos de nuestra sociedad, pero su esencia responde a los componentes habituales del coaching: cambio, transformación, visión, meta, objetivos, empatía, aprendizajes, “para qué”, etc..
El coaching político es un entrenamiento personalizado, basado en el arte de las preguntas dirigidas al político, incitándole a reflexionar, a descubrirse a sí mismo, a conocerse mejor, a comprender quien es, a dónde quiere ir y para qué, siendo consciente de sus capacidades y, también de sus limitaciones, todo ello desde el autoconocimiento, con compromiso y fuera de su zona de confort, dónde la responsabilidad del coach será crear un espacio de seguridad y confidencialidad a su coachee.
Decía Sócrates que “…no existe el enseñar, sino sólo el aprender”, y en esas palabras se encierran la mejor clave para definir el coaching, su sistemática y metodología. El gran filósofo, y maestro de Platón, ayudaba a aprender a sus discípulos a través de preguntas, dejando que encontrasen las respuestas por sí mismos.
El coach pregunta, pero las respuestas son del único protagonista del proceso: el coachee político.
En un proceso de coaching político el primer paso es tomar conciencia política del momento, de las nuevas reglas y de las sensibilidades sociales, inclusive de las que se están abriendo paso, interpretando la realidad e interiorizando que hacer, tanto personalmente, como desde la organización política propia, transmitiéndolo de una forma persuasiva, con una comunicación eficaz, implementadas en las nuevas tecnologías, abierto al acuerdo, al apoyo y a los consensos.
Si hay un elemento básico para cualquier persona en su desempeño, pero especialmente en la actividad pública o política, es la confianza, tanto hacia fuera, trasladando honradez y credibilidad, como a mantener un adecuado nivel de propia confianza en sí mismo, es decir “autoconfianza”, siendo éste uno de los terrenos de trabajo más habitual en los procesos de coaching.
¿Cómo ganarse la confianza de la ciudadanía?: básicamente transfiriendo al mundo de los hechos, lo que se dice con la palabra. Hacer lo que se dice, verbalizando lo que se hace, porque si no el discurso político quedará desnudo, falto de realidad.
El político debe tener vocación, por encima de una necesidad profesional, y el coach le enfrentará a descubrir el origen de su motivación, y a trabajar los excesos de egos o en el terreno de la vanidad, siendo consciente del adecuado nivel de su autoestima, aprendiendo a escuchar hacia afuera, mirándose hacia dentro, cuidando la soberbia, sin presunción en los logros y con reconocimiento en los fracasos, incorporando los aprendizajes necesarios, con la empatía adecuada para ponerse en lugar del otro y aceptando que, en política, como en la vida en general, no todo lo que se sueña es posible y aquello que es posible, con frecuencia, no se sueña.
“La política es el arte de lo posible”. (Otto von Bismarck)
Hay una realidad cierta, ninguno de los políticos actuales obtiene el aprobado sobre su desempeño, y quienes obtienen mejores calificaciones apenas se acercan al 4, en una escala de 0 a 10, quizás porque en ninguna otra época como hoy, los votantes y afiliados han tenido más información a su alcance y en tiempo real, por lo que es imprescindible la coherencia entre el mensaje emitido por el político y sus actos, lo cual además se ve afectado por un exceso de identificación y alineamiento, que impide reconocer los argumentos de quienes no lucen los propios colores.
Uno de los principales papeles que debe jugar el coach, en este terreno, es “conectar” al político con la realidad, sacándole de la burbuja de su propio entorno, muchas veces “sobreprotegido”, y lo hará a través de la palabra, en conversaciones en las que parafraseará, dará “feedback”, espejará, confrontará argumentos, utilizará metáforas, le ayudará a visualizar escenarios e, incluso, hará de “abogado del diablo”, entre otras cosas, para que su coachee encuentre sus propias respuestas, en el camino del cambio hacia su visión.
Un líder político, antes de llegar a gestionar lo de todos, debe gestionar su propio entorno, y antes de eso, gestionarse a sí mismo, y para ello necesita incorporar los aprendizajes necesarios, tal como sabiamente enunció Sócrates, hace veinticinco siglos: “…en primer lugar tienes que ejercitar la virtud, y también quienquiera que esté dispuesto a gobernar y cuidar no sólo de sus asuntos en particular y de sí mismo, sino también de la ciudad y de sus intereses, no deberá enseñar sino que principalmente solo deberá aprender”.
Artículo publicado en @elespanolcom el 08/12/2017: https://www.elespanol.com/blog_del_suscriptor/opinion/20171208/268043194_7.html
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