Hace años, digamos que unos veinte, que pueden ser muchos o pocos (según se mire), en algunas grandes empresas de la época, las personas que se aproximaban a la edad de jubilación, especialmente los directivos, eran apartados de la primera línea de negocio y se les reasignaban a lo que, por entonces, se denominaba ‘la UVI’ que no eran sino destinos sin ninguna prebenda externa ni oropel, pero que les permitía mantenerse en la empresa en unos cometidos más auxiliares que hasta entonces, que en determinadas ocasiones conciliaban con su aportación en la formación de nuevos empleados que se incorporaban a la compañía, todo lo cual suponía un suave aterrizaje hacia el momento definitivo de desvincularse de la vida laboral con ocasión de su jubilación.
Hoy, sin embargo, son absoluta excepción los empleados que consiguen alcanzar la edad de jubilación en activo en sus empresas, salvo que se trate de los presidentes de la compañía (José Ignacio Goirigolzarri con 69 años en Caixabank; José Lladó con 83 años en Técnicas Reunidas; Josep Oliu con 73 años en Banco de Sabadell; Gabriel Escarrer Juliá con 88 años en Melíá o Isidre Fainé con 80 años en Criteria Caixa, son ejemplos) o miembros de sus consejos de administración y de sus comités de dirección. A partir de los cincuenta y pocos años se les irán ofreciendo salidas económicas, a la baja, sobre sus ‘estatus’ activos, que caso de ser rechazadas podrían suponer la aparición de drásticas medidas que, en general, se opta por evitar. Escenario que en la practica ha supuesto que haya en España más de un millón de ‘prejubilados’ en estos momentos, lo cual supone, aproximadamente, que el 26,72% de los desempleados tengan más de 50 años, con una dificultad máxima en conseguir retornar al mercado laboral como asalariados.
En España, hoy, hay más de un millón de prejubilados.
Al tiempo que lo anterior sucede, se da la paradoja de que entre las generaciones de las personas que deberían sustituir a esos ‘veteranos laborales’, la incorporación al mercado laboral se retrasa más que en cualquier época anterior, y si sus padres o abuelos dieron sus primeros pasos profesionales como aprendices o ‘botones’, en el límite de los catorce años de su adolescencia, éstos no consiguen su primer empleo antes de la treintena, para que pocos años, después, al cumplir cuarenta años, empezar a ser víctimas de nuevos relevos generacionales, lo cual impide el desarrollo de una vida laboral que les reporte la necesaria estabilidad.
Todo ello sin perder de vista que, en España, la tasa de paro entre jóvenes de 16 a 24 años es del 30,2% (según el “Informe Jóvenes y Mercado Laboral de Trabajo” emitido por la Secretaría de Estado y Economía Social a junio de 2022.
El 26,72% de los desempleados en España tienen más de 50 años, con una dificultad máxima en conseguir retornar al mercado laboral como asalariados.
La esperanza de vida es cada vez mayor en España, con una expectativa de longevidad para las mujeres que cumplieron 65 años en 2022 de alcanzar los 88 años, mientras que para los hombres es de 84 años, sin embargo tanto las féminas como los varones, al alcanzar esa edad referencia de jubilación, llevarán, en su gran mayoría, diez años prejubilados y expulsados del mercado laboral, esperándoles otros veinte en los que tendrán que vivir de una pensión mucho menor de la que generaron en sus años de cotización.
Con frecuencia se necesita toda una vida laboral a lo largo de varias décadas, para acumular lo que en un término general se denomina experiencia y saber hacer, lo cual es un sumatorio de habilidades como resolución de problemas complejos, gestión de equipos, inteligencia emocional, liderazgo y capacidad de coordinación, toma de decisiones, pensamiento crítico, flexibilidad cognitiva o comunicación, sin embargo en el momento en que mejor se desempeñan estas cualidades, el ‘talento senior‘ es expulsado del mercado laboral, exactamente cuando con mayor potencialidad se puede exprimir su capacidad.
La tasa de paro entre jóvenes de 16 a 24 años, en España, es del 30,2% (según el “Informe Jóvenes y Mercado Laboral de Trabajo” emitido por la Secretaría de Estado y Economía Social a junio de 2022).
La realidad es que el ‘senior’ que pretende mantenerse en el mercado laboral tras sufrir un proceso de regulación de empleo, bajo el cual solo suelen haber razones puramente económicas, es abocado al emprendimiento por cuenta propia pero esa no debería ser la única ruta abierta para dar cauce a sus conocimientos y capacidades. Según el informe GEM 21, la edad media del emprendedor en España se sitúa en 42 años.
El aprovechamiento de ese talento senior será básico en el nuevo tiempo por venir, bien a través de programas de mentoring en las empresas en que con la necesaria flexibilidad y adaptabilidad, los ‘senior’ puedan ayudar a los más jóvenes desde su experiencia, pero también aprender de éstos las nuevas formas de hacer y de expresarse, entendiendo y aceptando nuevos puntos de vista.
La edad media del emprendedor en España se sitúa en los 42 años (Informe GEM 21)
Al inaugurase el Primer Congreso Internacional “’El patrimonio cultural y las nuevas tecnologías. Una visión contemporánea”, el secretario del Instituto Nacional de Antropología de México (INAH), César Moreno, afirmó: “La primera vez que la humanidad logró duplicar el volumen de sus conocimientos tardó 1.750 años (…), la segunda vez le tomó 150 años, la subsiguiente, 50 años. Hoy se estima que lo hace cada 73 días”.
A pesar del innegable cambio tecnológico y de lenguajes, nada es nuevo en la historia del mundo, y todo, en mayor o menor medida pasó, si no igual sí parecido. Ser capaces de complementar visiones diferentes para encontrar la solución al próximo paso es el verdadero reto del futuro.
‘La primera vez que la humanidad logró duplicar el volumen de sus conocimientos tardó 1.750 años (…), la segunda vez le tomó 150 años, la subsiguiente, 50 años. Hoy se estima que lo hace cada 73 días’ (César Moreno, secretario del Instituto Nacional de Antropología de México)
No hay guerra, ni conflicto, generacional, sino soluciones compartidas desde diferentes visiones. El futuro, sin duda, es de los jóvenes, pero en esa economía que llama a las puertas de nuestro mundo, la denominada ‘Silver Economy‘ tendrá mucha importancia, desde luego como demandante de servicios: de ocio, financieros, de salud, asistencial, etc… pero también como oferente de capacidades y de la experiencia acumulada. Nuestro mundo, en esta tercera década del siglo XXI, no puede, ni debe, prescindir de ese talento senior.
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