Existe un cuento popular de gran acervo, ya convertido en leyenda, que parte del experimento empírico de introducir en un bote de cristal cien hormigas negras con otras tantas rojas, lo cual no producirá, por sí mismo, ninguna reacción en ninguno de los dos colectivos, sin embargo, si sacudes el recipiente violentamente, de un lado a otro o de arriba a bajo, produciendo inestabilidad y grandes sacudidas en su interior, las rojas creerán que las negras son el origen de sus males, al igual que éstas pensarán que aquellas son su enemigo, cuando el verdadero causante del padecimiento y sufrimiento, tanto de las hormigas rojas, como de las negras, es quien sacudió el recipiente en el que se encuentran las unas y las otras.
“Nos une más que lo que nos separa”
La traslación de esta prueba empírica se observa en la sociedad humana, donde se pone, ponemos, el foco en la diferencia en lugar de en aquello que nos une, así nos enfrentamos a través de clasificaciones parciales que ignoran lo completud del ser humano: izquierda vs. derecha, ricos vs. pobres, hijos vs. padres, joven vs. viejo, religión vs. ciencia, emociones vs. racionalidad, dulce vs. salado, mar vs. montaña, profesor vs. alumno, mujeres vs. hombres, invierno vs. verano, carne vs. pescado… y en otras muchas clasificaciones que se sustentan en cosas tan baladíes como la preferencia por un determinado equipo de futbol, la opción por una vida activa o no, el uso de una determinada lengua para expresarse, o, aún más, en lo que son unos simples gustos: cerveza 0,0 vs. con alcohol, Pepsi vs. Coca-Cola, rock & roll vs. ópera, flamenco vs. pop, piscina vs. aguas abiertas, B&N vs. color, cine vs. teatro, así, casi, hasta una infinidad de posibilidades para expresar la diferencia.
“Construimos demasiados muros e insuficientes puentes” (Isaac Newton)
En un mundo como el actual donde se percibe un alineamiento extremo en todos los ámbitos sociales de nuestra contemporaneidad, como, quizás, no ha habido en el último siglo, tras las consecuencias de la II Guerra Mundial, y con conflictos bélicos que sacuden los cinco continentes, incluyendo Europa donde la Guerra en Ucrania ya no es portada de los periódicos tras la explosión de la grave crisis entre Israel y Palestina, se hace preciso trabajar la aceptación sobre la realidad del otro, asumiendo los hechos diferenciales pero siendo conscientes que lo que nos une es mayor que lo nos separa, razonamiento y afirmación que en clave nacional lleva a otra potente metáfora a partir de la aseveración de que ‘hablamos de lo que nos separa con la lengua que nos une’.
“Hablamos de lo que nos separa con la lengua que nos une”
No pongas el foco en la diferencia (ideas políticas, religión, origen, etc..) y descubre lo que dicen los actos de esa otra persona, sus acciones, su sonrisa, su dedicación… es decir, concéntrate en lo que hace, en lo que dicen sus hechos, en su ejemplo. Sumemos para crecer, sin restas, porque cualquier sociedad es diversa, radicando ahí su verdadera fortaleza.
España está históricamente unida a los países iberoamericanos, lo cual nos ofrece otra contundente metáfora construida sobre los 6.000 kilómetros de distancia con ellos, ya que las millas náuticas de ese recorrido no nos separan, sino que nos une el Océano Atlántico que baña sus costas y las nuestras.
“Nos une un mar”
No seamos como las hormigas. El ser humano tiene razonamiento para comprender lo que sucede en su entorno, construyamos desde todo lo que compartimos que es mucho más que lo nos separa, un argumento que atraviesa cualquier conflicto, personal o general, que se nos presente. Aprendizaje vital.
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