Todos los meses de noviembre comienzan con un día dedicado a las personas que ya no están con nosotros, repitiéndose a lo largo de toda nuestra geografía escenas como las incluidas por Pedro Almodovar en el inicio de su película “Volver”, con familiares de los deudos visitando sus tumbas, entregados al cuidado y limpieza de las mismas e, incluso, sentados alrededor de algunas de ellas, con sillas de camping, en improvisadas tertulias.
Al margen del recuerdo hay un componente importante de aferrarse a lo que representaban aquellos seres queridos, pero no solamente nos anclamos a quienes ya no están, sino que los seres humanos también lo hacemos a cosas o bienes materiales.
¿Cual es la utilidad de acumular cosas?, ¿nos sirve todo lo que conservamos?, en general podemos decir que la respuesta a estas preguntas es no, aunque siempre podrá haber quién, como excepción, confirme la regla.
“No es más feliz quién más tiene, sino quién menos necesita” (Agustín de Hipona)
Pasear por “El Rastro”, en Madrid, es una experiencia fantástica que alimenta el espíritu y un sugerente alegato a la propia creatividad, al concentrarnos en el esfuerzo de imaginar las historias que han acompañado a cada uno de los cachivaches que hasta allí llegan, desde un viejo sillón de barbero, a un pequeño peso de cocina forjado en hierro, desde una colección de tebeos del Capitán Trueno a un reloj de pared que, aún funcionando, hace demasiado tiempo que nadie le da cuerda. La metáfora sería la de ser capaz de conservar solo aquello que ayuda a ser quien queremos ser, desprendiéndonos de lo que nos aleja de ello.
En muchas ocasiones nuestros anclajes no tienen que ver con cosas materiales, ni con personas que ya no están, sino que nos aferramos a hechos que nos limitan: una mala experiencia, un quebranto personal o profesional, una herida interior no cerrada, etc… y se hace necesario que, como en el inventario de los bienes que queremos mantener y de los que no, repasemos aquellos que nos atan al pasado, impidiéndonos avanzar, identificándolos para trabajar en la reflexión de soltarlos y evitar permanecer amarrados a ellos.
Cuando no estamos logrando alcanzar aquello que deseamos, hay una relación directa con que estamos aferrados a algo que nos está impidiendo alcanzar nuestros objetivos, quizás sea una creencia sobre nosotros mismos, una emoción o un pensamiento que nos limite.
“Algunas personas piensan que aferrarse a las cosas les hace más fuertes, pero a veces se necesita más fuerza para soltar que para retener” (Hermann Hesse)
Pregúntate a ti mismo, ¿que tendría que ser capaz yo de soltar para alcanzar aquello que quiero?, ¿a qué permanezco aferrado que me está limitando?.
En Las Cuatro Nobles Verdades del Budismo se dice que el origen del sufrimiento es el apego y que la principal razón para mantenernos aferrados a cualesquiera cuestión radica en el miedo: “Tienes apego cuando tienes miedo de ser libre y volar. Tienes apego cuando pierdes poder interior. Tienes apego cuando te vuelves dependiente de una persona, de un evento o de una circunstancia…”
Soltar, entregar, con confianza y agradecimiento será la clave para aliviar nuestra mochila de pesadas cargas, aligerando nuestro equipaje para el nuevo tiempo por venir, permitiéndonos avanzar más ágiles hacia nuestros objetivos.
San Agustín de Hipona enunció una célebre cita que aunaba los conceptos de la felicidad y de la posesión de bienes materiales, diciendo así: “No es más feliz quién más tiene, sino quién menos necesita”, pero nuestra sociedad actual parece marcada por un inconformismo patológico y una ambición en la que el consumismo se ha enseñoreado de ella, sin entender que una de las premisas de consumir radica en la insatisfación, como muy bien expresa el conocido publicista Frédéric Beigbeder, afirmando que: “En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume”.
“Cuando dejo ir lo que soy, me convierto en lo que podría ser. Cuando dejo ir lo que tengo, recibo lo que necesito” (Lao Tzu)
Y es que, efectivamente, vivimos pendientes, en exceso, de lo que nos falta, sin ser conscientes de lo que tenemos, ni darnos cuenta de lo que nos sobra y su pesada carga.
Una de las mayores dificultades a la hora de vivir en felicidad es el apego a determinadas personas, cosas o situaciones, y se hace necesario una reflexión profunda sobre que dejar ir y que no, como muy bien enunció Havelock Ellis: “El arte de vivir implica saber cuándo aferrarse y cuando dejar ir”.
Comprendiendo y aceptando que determinadas personas, situaciones o cosas forman parte de tu historia personal, pero no son, necesariamente, ni tu destino, ni tu punto final. Reflexiona, acepta, decide …y deja ir.
Decía el filósofo chino Lao Tzu que: “cuando dejo ir lo que soy, me convierto en lo que podría ser. Cuando dejo ir lo que tengo, recibo lo que necesito” sugiriéndonos en esas palabras que respecto al pasado solo queda aceptar lo sucedido e implementar sus aprendizajes, abriéndonos en el hoy a lo que nos depara el futuro. No te aferres, suelta.
Artículo publicado en @elespanolcom el 20/11/2018: https://www.elespanol.com/blog_del_suscriptor/opinion/20181120/soltar/354784521_7.html
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