Dentro de esos recuerdos que quedan custodiados en nuestro cerebro como piedras preciosas que refulgen entre los acontecimientos de nuestra vida, figura, en mi caso, un viejo profesor que cuando yo no era más que un niño no adentrado aún en la adolescencia, hablaba con absoluta certidumbre acerca de las tres personalidades que todo ser humano tiene, lo cual dejó una huella profunda en mí.
Por un lado, aquel viejo profesor, evidenciaba la forma de ser real de cada de nosotros, aun sin consciencia sobre ella, del propio sujeto; por otro lado ponía énfasis en la percepción del propio desempeño por parte de cada persona, aún subjetivado; y por otro lado enmarcaba la calificación que los demás hacían sobre nuestra forma de actuar, dando por cierto que esos tres perfiles serán, en todos los casos y todas las personas, diferentes entre sí. Se trata del mismo individuo, pero visualizado por tres observadores diferentes: cada uno por sí mismo, por los demás y por la realidad objetiva.
“Hay siempre dos personas en cada cuadro: el fotógrafo y el espectador” (Ansel Adams)
Muchos años después de aquella clase con ese profesor, cuyo argumento me dejó un gran poso, mi vida profesional me dió la posibilidad de complementar esa linea argumental. Un día, mi supervisor me informó que iba a ser sometido a una “Evaluación 360º”, a través de la cual todos mis colaboradores evaluarían mi desempeño, poniendo el foco en los márgenes de mejora de gestión, cuyos resultados serian enriquecidos por las aportaciones de mis colaterales y, también, de mis superiores.
Siendo totalmente sincero aquel anuncio no lo viví con total comodidad, el escenario que se abría delante de mi, era algo desconocido y los terrenos inexplorados tienden a generar incertidumbre. Sin embargo, entendí que mi forma de hacer tenía como premisa optimizar tanto al equipo, como sus resultados, con lo cual, sustituí cualquier desazón, por la curiosidad sobre las cosas que podría cambiar para optimizar mi responsabilidad y los resultados del grupo de personas que tenia a mi cargo.
“Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo” (Benjamin Franklin)
Aquel proceso, también denominado de “Evaluación ascendente”, tuvo otro componente más que interesante, pues las mismas cuestiones a las que tenían que dar respuesta mis colaboradores, colaterales y superiores, debía contar con mis propias aportaciones, lo cual acentuaba la carga autocrítica sobre mi desempeño.
La realidad es que en varios campos de mi forma de actuar fui yo más crítico, conmigo mismo, que el resto de colectivos que participaron en él, pero también hubo unas más que interesantes aportaciones, que me ayudaron a crear consciencia sobre por donde debían ir los márgenes de mejora de mi gestión, los cuales implementé en ejercicios posteriores, consiguiendo que los buenos resultados generales fueran superados tras aquel ejercicio de “espejo” en el que todos los colectivos con los cuales yo interactuaba, me ayudasen a identificar los terrenos de mejora que toda gestión tiene.
“Sólo hay una pequeña parte del universo de la que sabrás con certeza que puede ser mejorada, y esa parte eres tú” (Aldous Huxley)
Pero esa herramienta de la “Evaluación 360º” debería no quedarse en nuestro plano profesional; quizás es el momento de pedir ayuda a quienes nos rodean en todos los planos, especialmente en el entorno familiar y personal, para solicitar que nos ayuden, preguntándoles, para que nos aporten su visión sobre nosotros mismos, con aceptación y vulnerabilidad, a fin de identificar esos campos en que nuestra percepción de nosotros mismos esté algo alejada de la imagen que les trasladamos.
En todo caso, sé cariñoso contigo mismo, quiérete y ten cuidado con el “Efecto Pigmalion” y la “Profecia autoimcumplida”, ya que aquello que piensas sobre tí mismo se convertirá en realidad, sé positivo y deja lo negativo en lugares apartados. Acéptate en tu belleza, que la tienes, y manifiéstala, sin hurtar a los demás de ella.
“El grado de inseguridad personal que exhibimos en las situaciones sociales está determinado por lo que creemos que otras personas piensan de nosotros” (Charles Horton Cooley)
Es seguro que lo que tú mismo piensas de tí no será la realidad, pero tampoco des por bueno lo que los demás opinan sobre tí. Su visión forma parte de su realidad, pero no tiene que ser la tuya, aunque sí te puede ayudar; ellos no conocen tu historia, ni sus detalles, no han vivido bajo tu piel, ni han llevado tus ‘zapatos‘. Utiliza lo que te ayude de sus visiones, para ser quien realmente quieres ser.
La pregunta de “¿quien soy yo?” acompaña al ser humano desde que el mundo es mundo, pero, quizás, la adecuada sería “¿quién quiero ser?” …dándote una respuesta ampliada, a ti mismo, con el detalle de los “¿para qué?”, alineando lo que haces, con lo que, realmente, quieres hacer, viviéndolo con aceptación y vulnerabilidad, desde la evidencia que, a pesar de todo y como expresó Aldous Huxley, “Sólo hay una pequeña parte del universo de la que sabrás con certeza que puede ser mejorada, y esa parte eres tú”.
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