En un reciente programa de televisión, aparecía el director, productor y actor Santiago Segura, hablando de la crisis del cine, pero lo hacía releyendo una revista especializada en la industria filmográfica …¡del año 1972!, en la que se hablaba de la situación que entonces se vivía y de la incertidumbre que con ella se generaba.
Es decir, hace casi cincuenta años se hablaba de crisis tanto como hoy, y la incertidumbre suele venir generada de las consecuencias de ellas.
La palabra crisis procede del término «krino» que significa cruce de caminos.
La palabra crisis procede del término griego “krino” que significa cruce de caminos, es decir enfrentarse a una encrucijada bajo las dudas, e incertidumbres, vinculadas a una elección. Las crisis siempre se vinculan a rupturas de escenarios o estatus, y a procesos de cambio.
En nuestro momento actual, la concatenación de dos grandes crisis en el corto periodo de tiempo de doce años, como la financiera de 2008 y la vinculada al Coronavirus Covid-19 estallado en 2020, han supuesto toda una serie de abruptos cambios económicos y sociales, dónde lo que había sido normalidad, hasta hace muy poco, ha saltado por los aires, detonando, con estruendo, el comienzo de un nuevo tiempo totalmente diferente a lo anterior, donde el teletrabajo, la formación ‘on line’, las videoconferencias y las nuevas readaptaciones de negocios tradicionales como la hostelería o el turismo, son solo unas cuantas obviedades ante otras que se impondrán.
La incertidumbre se ha convertido en la única certeza de nuestro tiempo.
La incertidumbre se ha convertido en la única certeza de nuestro tiempo, en un mundo en permanente cambio donde los acontecimientos imprevisibles se suceden a un ritmo frenético y vertiginoso, convirtiendo el reciente pasado, donde los escenarios eran previsibles y conformes a estructuras sólidas, en un viejo recuerdo, casi de museo.
Hoy, la necesidad de convivir con la incertidumbre se hace esencial y necesitamos aprender a coexistir con un nivel mínimo de certezas que afectan a los diferentes escenarios de nuestra vida, empezando por el profesional, y acabando por el personal.
Nuestra idealización, igual que cualquier ser humano desde que el mundo es mundo, es tenerlo todo bajo control, pero somos coetáneos de la época del no control, y ello hace que nos invadan la ansiedad y una preocupación casi enfermiza, proyectando negatividad en la visión sobre nuestro futuro.
¿Qué hacer para minimizar la angustia que nos produce la incertidumbre y aprender a tolerarla mejor?, ¿cómo enfrentarse a la falta de certezas?.
Hay muy pocas cosas de las que podemos estar seguros, dos son muy ciertas: mañana volverá a amanecer y horas después anochecerá; una tercera es evidente, la cual es que en el tiempo futuro sucederá nuestra muerte.
Todo lo demás no lo podemos controlar, por supuesto que tendremos expectativas y casi creencias, desde lo brillantes y triunfadores que serán nuestros hijos, a que las enfermedades no hagan foco en nuestros seres queridos, pero la vida nos sucede con sus dosis de cosas amables y otras que no lo son, para lo bueno siempre estamos preparados, pero en los casos en los que los hechos se separan, para mal, de nuestras expectativas debemos aplicar la aceptación como mejor estrategia, dando espacio, en caso de necesidad, a la gestión del duelo.
Pero la incertidumbre se nos presenta ante un futuro por venir, de manos de la potente paradoja de que si algo es seguro en esta vida, son los cambios y los imprevistos. ¿Qué hacer para minimizar la angustia que nos produce la incertidumbre y aprender a tolerarla mejor?, ¿cómo enfrentarse a la falta de certezas?.
“Se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar” (Emmanuel Kant)
Quizás el primer paso, e imprescindible, es reconocer la nueva realidad, donde la incertidumbre es un hecho, que ha venido para quedarse. La aceptación sobre ello, sin resistirnos, nos aportará tranquilidad. Recordando que no puedes elegir lo que sucede, pero sí como reaccionar ante ello.
Una segunda actitud es reconocer que los efectos de ese nuevo escenario de incertidumbre no solo inciden en nosotros, sino que lo hacen en todos quienes nos rodean, tanto en los más próximos, como en los más lejanos. El futuro es incierto para todos y en esa obviedad debemos manejarnos y actuar. Compartir sobre nuestras sensaciones con terceros (familia, amigos, circulo próximo, etc…) nos ayudará, pues no somos los únicos abocados a la incertidumbre.
Otra herramienta imprescindible ante la incertidumbre es “vivir el presente”, igual que no se puede cambiar el pasado, tampoco es eficaz anticipar hipótesis sobre lo que te puede suceder en el futuro. Respira, concéntrate y trae tu mente al hoy, al aquí y al ahora …a tu presente; ese es tu único terreno cierto.
Cualquier maratón comienza con una primera zancada.
Concéntrate en tu paso siguiente, no te distraigas con lo que podrá ser tu vida en diez, quince o veinte años, el futuro siempre comienza en los centímetros que avanzarás de aquí a mañana, y tal como dice la conocida afirmación procedente del mundo del atletismo en las carreras fondistas, “cualquier maratón comienza con una primera zancada”.
Hay autores que consideran que un cierto nivel de caos e incertidumbre estimulan la creatividad del ser humano, a pesar de lo cual parece una obviedad que cualquiera preferirá unos determinados niveles de certeza y terreno sólido sobre el que pisar, no obstante lo cual, un pensador tan sólido en sus argumentaciones como Emmanuel Kant afirma que “se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar”, en lo cual coincide con nuestro contemporáneo John Finley, quien expresa que “la madurez mental es la capacidad para tolerar incertidumbre”.
«Debemos estar dispuestos a renunciar a la vida que hemos planeado para poder vivir la que nos está esperando” (Joseph Campbell)
Pero, quizás, la aportación definitiva con la que enfrentarnos a la incertidumbre, y los miedos que nos pueda generar, fue aportada por Joseph Campbell, autor del libro “El héroe de las mil caras” en el que desarrolla el proceso de transformación de cualquier ser humano al enfrentarse a sus miedos, describiendo la, casi infinita, capacidad de recursos que, cada uno, albergamos en nuestro interior, por muy incierto y desconocido que sea el universo al que nos aboquemos en cualquier circunstancia, invitándonos a romper con nuestras propias expectativas, ya que “debemos estar dispuestos a renunciar a la vida que hemos planeado para poder vivir la que nos está esperando”. Nada está escrito, en el camino del héroe, en el camino de cada uno de nosotros, esa es la única verdadera certidumbre.
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