Aurore tenía lo que, comúnmente, se identifica como éxito. Nacida en Francia, en una familia de inmigrantes españoles que buscó al norte de los Pirineos la tranquilidad y estabilidad que, a mediados del siglo XX, no estaba garantizada en la frontera sur de Europa.

Si confías en ti mismo, también inspiras confianza en los demás”(Johann Wolfgang von Goethe)

Estudió en un colegio público de Saint-Émilion, cerca de Bourdeaux, y con apenas catorce años se trasladó, para continuar su formación, a un instituto madrileño vinculado a una congregación religiosa, cuyas facturas eran pagadas allende de la cordillera pirenaica. La veintena de edad la alcanzó mientras cursaba Ciencias Económicas en la Universidad Complutense, de Madrid, para tres años después incorporarse a una entidad financiera donde sus pasos fueron dados de acuerdo a un planning preconcebido, contando con la adecuada asesoría sobre qué hacer, cómo y cuándo. Nada podía fallar.

Podemos obtener la aprobación de los demás si lo hacemos bien y nos esforzamos en nuestros empeños, pero la aprobación propia vale mil veces más” (Mark Twain)

Aurore escaló varios niveles jerárquicos, con facilidad, en aquella entidad financiera, sin embargo, a pesar de lo conseguido y del ritmo de alcanzarlo, las dudas sobre sí misma fueron siendo cada vez mayores, justificando todo lo obtenido como simple resultado de la ‘suerte’ o de factores externos a si misma.

Hay que creer en uno mismo cuando no lo hace nadie. Eso es lo que te hace un ganador” (Venus Williams)

Al mismo ritmo que alcanzaba cada nuevo logro, más se debilitaba la confianza en sí misma y la propia autoestima, hasta el extremo de que sus íntimos amigos y familiares, la recomendaron acudir a un especialista de la psicoterapia y de la psicología aplicada. Ámbito en el que le fue diagnosticado padecer el ‘síndrome del impostor’ cuyo efecto generaba inseguridad en sus acciones y compartimientos, no solamente profesionales, sino, también personales, lo cual le llevaba a dudar de su propia capacidad en los más variados ámbitos de su actividad, acometiera los actos y decisiones que fueran, desde los más complicados o los más sencillos

«Creer que puedes hacerlo ya es la mitad del camino” (Theodore Roosevelt)

La mejor herramienta para superar elsíndrome del impostores trabajar la autoestima y la confianza en uno mismo, terrenos en los que la psicología aplicada y el coaching se han demostrado muy eficaces, acompañados de un entorno que facilite seguridad para afrontar los necesarios aprendizajes y el autoconocimiento que nos haga crecer hasta alcanzar nuestro máximo potencial.

«Si hiciéramos todas las cosas de las que somos capaces, nos quedaríamos asombrados de nosotros mismos» (Thomas A. Edison)

La clave para mutar las dudas en seguridad, está en tí mismo/a. Confía en tí.